30.3.04

Y en tu cabeza escuchabas ambas voces en igual potencia. Él, tu padre, te decía que así debían de ser las cosas. La otra te decía que podría haber sido de otra manera. eran casi la misma voz. A tus pies podías ver a las dos mujeres, una tu madre; la otra, quien hubiera sido algo más que tu seguidora, si realmente hubieras podido decirle lo que sentías por ella. en tu mente se debaten el deber y el deseo. Hubieras querido sentir sus generosos senos en tus manos, el sabor de su piel, el sabor de la saliva de su boca, hubieras querido hacerle el amor, tener tu sexo en su sexo. Quisieras gritarle que es una farsa, que la quieres, que la deseas. Quieres pedirle a tu madre que los detenga. Deseas tener el poder para decir basta. Entonces, en ese momento las voces en tu cabeza se callan. El silencio te aprisiona. En tu mente queda grabado el rostro de quien deseabas como amante.

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