26.9.03

Lo siguiente es autoría de la aleta de Deíctico que por fin juró no estrangular a nadie ni hacer naves espaciales de papel [?], por lo cual hemos dejado en libertad.

El amor de las moscas

El amor de las moscas
es de mil ojos
de podredumbre perpetua

se va con el aire
(o) se queda en el excremento
el amor de las moscas
gira sobre una mesa

es un amor a rosas muertas
de abismos negros
de pateón y fruta vieja

El amor de las moscas
es de trasparentes alas resecas
de infectas caricias
llega con el olor a viejo

El amor de las moscas
es de ninguna gente
de ninguna hora

de un sólo día
de una sóla muerte

El amor de las moscas
zumba en el oído
pega en el vidrio claro
es de noche inoportuna

El amor de las moscas
se consuma en una muerte
resucita de los desperdicios

es un amor que vive
por la muerte

por Aleta de Deíctico

©2003, Incannus Ltd.
Debido a que esta parte del cuerpo de Deíctico ha demostrado ser completamente independiente de su antes dueño, toda obra hecha por ella, es propiedad absoluta de Incannus Ltd.
©2003, José Hipólito

24.9.03

El trabajo de la marmota

Ustedes recordarán una película con Bill Murray que se llamaba El día de la marmota. En esta película el protagonista se veía arrastrado a repetir, vez tras vez, el mismo día hasta que no me acuerdo qué pasaba.

Pues bien el trabajo en el que laboro es algo muy parecido a la anécdota de dicha película, sólo que en mi caso no es un día, sino todo el año. Todo se repite de acuerdo a como sucedió el año anterior. En las mismas fechas se mueren gentes y hay que hacerles homenajes, en las mismas fechas hay problmas con tales cosas, en las mismas fechas tal otra cosa. El colmo es que son los mismos problemas del año pasado [parafraseando al extrañado Bef "go figure!"].

JM
Exantema súbito

Antes que cualquier otra cosa quiero hacer notar que este sitio electrónico NO ES UNA PÁGINA DE ESPECIALIDADES MÉDICAS. Los datos contenidos en ella no están corroborados por ningún médico calificado. Son simplemente información recopilada de páginas de internet

Orlando está enfermito. Hay una nueva enfermedad llamada Roseóla que, según los doctores, es la versión debilitada de un virus del estilo de la Rubeola y compañía [léase varicela, sarampión, etc]. En este caso específico la enfermedad la provoca el virus del herpes humano 6 [en casos muy raros se ha detectado como causante a su primo hermano el herpes humano 7].

La teoría es que a lo largo de las generaciones de seres humanos que nos hemos vacunado contra estos bichos: a) ellos se han debilitado, b) algunos se hacen más fuertes, o c) nuestro sistema inmunológico es más fuerte. Total que la enfermedad esta provoca un cuadro que dura únicamente cinco días.

El periódo de incubación [es decir del contagio a la aparición de los primero síntomas] va de 5 a 15 días, después de los cuales la temperatura del infante [hay que señalar que esta enfermedad es muy común en niños de 4 meses hasta 3 años, sólo hay registrados poquísimos casos en niños de entre 5 y 6 años, y ningún caso en nadie de mayor edad] sube súbitamente y en ocasiones puede alcanzar los 40 grados centígrados [Orlando llegó a tener 38.5º]. Dicha situación durará alrededor de tres días, después de los cuales, la temperatura, tal como subió se estabilizará en la normalidad. Justo después de la estabilización de la temperatura, una manchitas rojitas y rodeadas en una aureola blanca, muy leves y apenas abultadas, brotaran, sobretodo, en el tronco del cuerpo para después extenderse por las extremidades, la espalda y la cara. Este estadío de la enfermedad tiene una duración de dos días, después de los cuales las ronchas desapareceran y el niño queda en perfecto estado de salud.

Según lo doctores, este enfermedad, que califican como benigna, el único peligro que puede conllevar, son las convulsiones provocadas por altas temperaturas en niños. Aclaran que la mayor parte de los casos en que se han presentado convulsiones, han sido en aquellos pacientes que tienen un historial de convulsiones causadas por temperaturas altas, no en los demás pacientes.

Agrego, pues de mi cosecha, que Orlando, además de todo lo anterior, sintió dolor de estómago, tuvo diarrea, un poco de dolor de articulaciones y un humor bastante difícil.

JM

23.9.03

La primera vez que las ví

Decidí no volver a mirarlas.

JM

22.9.03

Y estoy triste

No fui requerido y me sentó mal el rechazo.

JM
Tipos de angustia

Hoy cuando me dirigía al trabajo me asaltó la angustia. Ya saben, la opresión en el pecho, las ganas de llorar y el sentimiento de que todo saldrá mal. Los recuerdos de las cosas que se hicieron, pero que quizá no se hicieron bien, etc.

Me puse a pensar en los tipos de angustia que existen y hasta el momento he logrado detectar dos tipos:

Garras heladas
Supongo que todos la hemos sentido. Como una bestia que acecha en los lugares más oscuros de nuestra mente. En ese lugar, agazapada, espera un descuido de nuestra parte para saltar sobre nosotros. No es más grande que un perro de regular tamaño. Pero es negra, negra como el peor de nuestros pensamiento, como el recuerdo más tristemente guardado. Y se lanza contra nuestro pecho, y vemos refulgir sus garras de acero perfectamente pulido, afiladas hasta el hartazgo; y dejamos que nos atrape, no tratamos de huir, porque en sus ojos vemos que no tiene sentido, en esos ojos grises, igualmente acerados como las garras. Sus colmillos se entierran, con un tierno y helado abrazo, alrededor de nuestro cuello. Su hálito nauseabundo nos bloquea los sentidos y sólamente sentimos la pesadez de su frío. Mientras tanto, las garras penetran la piel del pecho, traspasan los músculos pectorales, se abren paso entre las costillas y logran rozar el corazón. No lo arañan, no lo lastiman, únicamente los tocan. y ese contacto helado en el pecho, en el corazón mismo, se extiende por la garganta, las mejillas, los ojos y el cerebro. No tiene clemencia y nos deja helados hasta la muerte, hasta más allá de los últimos recuerdos, hasta más allá de las últimas esperanzas.

Viejo oriental gelatinoso
Hay otra angustia, si más cruel y terrible, no lo sé. Pero es un ataque de humedad que se aglutina en el centro del pecho. Como un fuerte golpe de agua que nos deja empapados en sudor, un sudor nocturno de veranos que es reanimado por la suave brisa que entra por una ventana. Esta angustia es como un hombrecillo de rasgos orientales, pero de apenas el tamaño de un gato. Tiene un sombrero como de vietmanita-recoge-arroz-de-la-guerra y está hecho de una gelatina verdosa, apenas traslúcida, pero con zonas ópacas, sobretodo en las mejillas. Está ahí al final de un camino y nos encandila con sus ojos amarillos, nos dice: "ven y quédate tranquilo". Lo seguimos lo suficiente, para que de un momento a otro salte sobre nuestro pecho y nos llene de su humedad fría y gelatinosa. Se anida ahí y va recorriendo su sabor a témpano por todo el cuerpo. Y nos suben las lágrimas a los ojos, y sabemos que no hay más nada en el mundo, mas que la necesidad infinita de vaciar las cuencas, de llorar lo que no hemos llorado en vidas.

JM