16.10.03

Las mejillas de la rosa
a Eugenia

Tengo entre mis manos el pétalo semimarchito de una rosa roja. Con la raíz blanca y en lado aterciopelado, ya se adivinan una arrugas oscuras que delatan la muerte que está sufriendo. En el envéz lustroso y menos profundo rojo, las arrugas se adivinan como nervaduras de una hoja. Levantadas y abultadas como cicatrices, como héridas mal cuidadas. Pero lo que me hipnotiza de este pétalo es su suavidad, casi etérea. Al tocarla llegó a mi recuerdo la imagen de la mejilla de mi amada. El contacto con su piel es infinito, dulcísimo y delicado. Es como si al tocarla, fuera ella quien me prodiga las caricias y no yo quien intenta alcanzarla.

JM

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