21.4.03

El remordimiento corroe mi alma

Hace algunos años, yo vivía en otra casa, con mi hermana y la familia de mi madre en el departamento de al lado. Mi tía Rosa, siempre ha vivido con nosotros [al menos con mi hermana y yo]. Digamos que siempre ha formado parte de mi familia cercana. En una ocasión mientras estábamos en la cocina mi hermana y yo, entró un pájaro y se posó en el escurridor del fregadero, fue algo muy bonito en efecto, uno de esos mometos sublimes de la vida. En eso entró mi tía por la puerta de la cocina y yo... [durante mucho tiempo he tenido la imagen en mi mente, hoy, precisamente hoy, hasta me dieron ganas de llorar]... yo, le empujé la puerta en la cara y le dije que no entrara. Fue a causa de dos razones: 1. Asustaría al pájaro y 2. En ese época teníamos como 10 gatos en la casa. Nada más de imaginarme al pájaro volando por la casa y los diez gatos persiguiéndolo y ¡zaz! que lo mataran, no era algo que quisiera que pasara.

Pero la cara de Rosa, desde ese día, me partió el corazón [debo de confesar que este post es pura y vilmente un intento de redimir y purificar mi culpa], ella quería ver el pájaro, tenía la ilusión pintada en el rostro. Era como ver a un niño de dos años, cuando por primera vez mira una hormiga. Una cara que justifica que todas las cosas pasen, porque la cara de mi tía, ese día, era la cara del asombro. Esa capacidad de asombro que perdemos irremediablemente al crecer, ésa misma que debemos ganar de vuelta para que el mundo sea mejor. Ella tenía una alegría en el rostro, una alegría que le borraba el cansancio de años y años. Que le quitaba la angustia de no lograr una relación de pareja, la frustrción de no tener hijos, la agonía de saberse sola en el mundo. Ese día, mi tía tenía la cara más hermosa que ha tenido nunca... y yo le quité el gusto de ver un pájaro, de ver cómo un pedazo de naturaleza, de luz se metía en su vida, para darle un poco de brillo...

Sé perfectamente que no es algo por lo que mi alma se condene irremediablemente a los fuegos del infierno. Vaya, ni siquiera lo hice de mala fe, no quería hacerle eso. Pero debo confesar, que cada vez que lo recuerdo me siento mierda, un ser abominable que le quitó la oportunidad de una alegría a una persona que tenía derecho a tenerla, me siento como un monstruo, pero sé que no lo fui y no lo soy.

En fin, lo único que le pido a todos los dioses del universo y todos aquellos que lean este post, es que pidan [a quien quieran], que mi tía Rosa pueda, al menos, soñar un solo sueño lleno de pájaros, de alegrías. Que en sueños pueda tener esa cara llena de ilusión.

JM

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