5.9.05

Pues va, se las debía [o Crónica de un despìdo anunciado]

Resulta que hace dos semana y media [24 de agosto] llegué a mi trabajo con la firme idea de que sería un día perfecto. Al ir entrando escuché un zumbido que me ha tendio en jaque desde hace dos años. No no estoy loco. Dicho ruido espantoso [parecido al sonido que se escucha con el taladro de los dentistas y que se escucha por dentro de oído], digo ese sonido, lo hace la computadora de la señora que está en el cubículo que está al lado del mío. Como en otras tantas ocasiones me paré y entré a su cubículo para pedirle permiso de apagarlo y volverlo a prender [como siempre ha sido] y ella me dijo: "No, perdóname, pero no". A lo que yo le contesté que estaba bien, pero que le iba a decir a la Administración o a la directora para que le cambiaran el monitor. Me di media vuelta y encaminé a la Administración, justo cuando estaba en la vuelta del pasillo ella alcanzó a decirme: "Pero es que no tienes derecho" y yo le dije: "¿A quejarme?, por supuesto que tengo derecho a eso". Llegué a la administración y les dije que quién podría resolver el asunto y me dijeron que era "competitividá" del área de cómputo. Chido. Me doy la vuelta y regreso a mi lugar. Marco la extensión del área de cómputo y el jefe del departamento me dice: "No pues tienes que decirle a Silvia [la directora], porque no hay dinero y lo tiene que autorizar ella". Cuelgo la bocina y es la directora que me dice: "Chema, ven por favor". Allí voy yo y me presento ante la directora que me dice: "Chema, tú no tienes derecho de apagarle su computadora a nadie" y yo digo: "Yo no le he apagado su computadora a nadie", ella: "Esta es una oficina pública y no tienes porque estarte metiendo en las cosas de los demás", yo: "Silvia, no he apagado nunca la computadora de nadie. Es el monitor y jamás lo he hecho sin el consentimiento de Gina [el ente ese que trabaja el el sitado cubículo], porque hace un ruido que me molesta mucho", ella: "Pero es que no puedes estar haciendo eso de apagar la computadora de la gente sin respetar su trabajo", yo: "Silvia, es el monitor porque hace un ruido", ella: "Pues a ver cómo le haces, te consigues unos tapones para los oídos o no sé, pero ese es tú problema", en este momento se me subió lo Hipólito y lo Jiménez a la cabeza. ¿Cómo se supone que es mi problema si ella y el Instituto [léase INBA] tienen que dar las herramientas y el ambiente adecuado para llevar a cabo la labor encomendada? Me encabronó mucho su cerrazón, su falta de paciencia para entender un problema simple y la absoluta falta de preocupación por las necesidades de los trabajadores que de verdad hacemos que ese lugar funcione. Entonces yo le dije: "ok" y me di la media vuelta y me dispuse a salir de la oficina, ella: "No me dejes hablando sola", yo me volteo y digo: "Perdón, pero es que para mi la conversación ya terminó", ella: "No seas grosero", yo: "No es eso, Silvia...", ella levanta la mano y la pone con la palma hacia mi [¿estoy mal al interpretar eso, además de como una grosería, como un final de la conversación?] cuando termino de decir: "No es eso, Silvia", ella dice: "Y además no me gusta el tono con que me estás hablando", acto seguido yo me di la vuelta para volver a salirme de la oficina y le solté un fuerte y claro: "Pues a mi tampoco me gusta el tono que tú estás usando". Ya salido de la oficina, me dirigí lo más rápido posible a mi lugar y comencé a hacer mi carta de renuncia. Cuando ya iba por la mitad llegó cual vendaval mi jefa inmediata y me dijo: "Ven a mi oficina", yo: "No puedo, dame un segundo", ella, gritando: "Qué te pasa. Primero le hablas así a Silvia y después no me obedeces". El sistema de castas en el Inba está cabrón a veces. Yo le dije: "No es que no pretenda seguir tu órden, pero estoy haciendo mi carta de renuncia, por favor dame un segundo", ella, girtando todavía: "Qué berrinche es eso. ¿No te das cuenta de que están apunto de correrte?", yo: "No si antes renuncio", ella: "José María" [nunca me había llamado por mi nombre, lo cual me dio calosfríos], me paré y fuí a su oficina. Para no hacer el cuento largo, Silvia me quería correr en ese instante, yo quería renunciar en ese instante. De alguna manera muy extraña, hubo dos cabezas frías y pensantes en esta situación: mi jefa inmediata y la subdirectora, quienes lograron que Silvia aceptara que me quede hasta el 1 de enero y que yo accediera a lo mismo. Así acabó la cosa, cómo ven.

JM

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Se escuchan los aplausos desde las gradas... ¡Viva, por fin dejará ese lugar! Tal vez no fue el modo, seguro que vivirlo fue intenso y dramático; pero leído se ve muy divertido, jejejeje

Unknown dijo...

Que perros.

Michelle On The Road dijo...

Chema:
Pues no me da gusto, o a lo mejor sí, porque creo que bien puedes encontrar una chamba donde de verdad se den cuenta de tooooodo lo que vales y puedes hacer.
Besos.
Michelle.