25.5.03

Domingo por la noche

Pequeñas, y delicadas, culebras de agua se deslizan por los vidrios en las ventanas de mi departamento de la colonia Viaducto Piedad. Mientra el agua se deja caer desde las alturas, con sentimiento kamikaziez y los truenos acompañan el delirio con sus resonantes vozarrones. Una noche de domingo, la lluvia cae fresca como aviso de mejores días, sobre una inhospita ciudad de México, que le ha dado la espalda a toda esperanza de redención. Mientras en el baño, mujer más bella del universo se mira en el espejo, lava sus manos delicadas, las sacude y me ve por un costado en el reflejo. Un niño hermoso duerme en la habitación más alejada de la entrada. La música de Howard Shore hace preludio para el masivo suicido de la esperanza, que está teniendo lugar en las calles concurridas de una alocada urbe pusmoderna. Sigue la lluvia haciendo su camino a la tierra y miles de hombres van perdiendo la esperanza en las callejuelas oscuras. La luz no brillará el día de mañana para todos. Pero siempre, siempre es así, así es siempre que la lluvia cae un domingo por la noche.

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